miércoles, 24 de marzo de 2010

No sé sonreir


Nunca é sonreído
Nadie, ni siquiera mi propia persona ha visto una mueca en mi cara.
Soy inerte, mi corazón es frío y de piedra. Lo único que hace que la gente se dea cuenta de que estoy viva es mi pestañeo.
No siento ni frío ni calor. No me siento ni bien ni mal. No siento alegría ni tristeza.
Simplemente, no siento.
Camino sin rumbo fijo por la ciudad. Llueve. Llego a la parada del autobús, una señora que estaba a mi lado, hablaba con orgullo del nacimiento de su nieto. Se giró a la derecha y con unos ojos centelleantes de felicidad me pregunta:
- ¿Te gustan los niños?
- No tengo tratado con ellos.
Con una cara de extrañeza me dijo:
-¿Tratado con ellos? ¿No tienes hermanos?
-No, de hecho, no tengo familia.
-Espera espera, ¿nunca has visto un niño?
-Si, pero nunca é tocado a ninguno.
Más que una simple conversación en una parada de autobús parecía un interrogatorio.
-Y si no tienes familia, ¿con quien vives?
-Sola
-Pero si eres muy jovencita! ¿En dónde vives?
-En unas ruinas, cerca de la playa. Sólo se puede acceder por mar.
-¿Cómo te llamas?
Justo en ese momento llega mi salvación, uff, salvada por la campana, o más bien, por el autobús.
-¿ Subes?
-No , sólo estaba aquí para resguardarme de la lluvia.
Transcurrida una hora, ya sin lluvia y aburrida de la ciudad, vuelvo a mis ruinas, el único lugar en el que me siento en armonía, un poco más liberada de la constante presión que tengo en mi pecho.
El golpeteo de las olas hacen que me duerma.
Sweet dreams, me dice el viento.

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