lunes, 17 de mayo de 2010

La amistad


“Un amigo es una persona con la que se puede pensar en voz alta”[Ralph Waldo Emerson (1803-1882) Poeta y pensador estadounidense]
Con esta frase que retumba en mi cabeza desde muy pequeña, me quedo como definición de la amistad. Un amigo siempre es un “otro yo”. La confianza es la base de la relación y las sonrisas la alimentan. Es un compañero de viaje del cual nunca nos desprenderemos porque ya forma parte de ti.
Un día me preguntaron si un amigo sería capaz de hacer daño y mi respuesta es que sí. Lamentablemente, los amigos que también son humanos, comenten errores que duelen más porque con él estás sin el caparazón que nos recubre en nuestra vida diaria. Él te conoce y él debería alegrarse por tus satisfacciones y verte feliz cuando tienes una sonrisa.
Hay personas “amigos” a los que la envidia y el egoísmo les nubla la personalidad y decepcionan a sus más allegados. ¿Porqué un amigo tiene envidia? ¿Porqué exige? Cuando la amistad, al igual que el amor, se transforma en esto, haz lo que sea para cambiarlo pero si no puedes, desafortunadamente, ya no está en tu mano, tu amigo se ha quedado atrás...
En la vida, el camino es más cómodo andarlo en compañía pero si la compañía te pone la zancadilla, aléjate un par de pasos porque la vida sigue y tú debes continuar caminando.
En mi vida las “zancadillas” han existido pero cuando he caído, sin mirar atrás, me he hecho la promesa de volver a confiar en el próximo compañero de camino que encuentre a mi paso, ¿por qué no? Nunca olvidaré el pasado pero únicamente para no repetir mis errores en el futuro.

viernes, 14 de mayo de 2010

Cógeme de la mano y ven.


Christine y Raoul desaparecen entre las sombras agarrados de la mano. Erik contempla su marcha desolado. Es más consciente que nunca del tremendo e inevitable error que cometió su corazón, enamorándose de aquella mujer que ahora huía con otro en busca de un apacible hogar, de una vida lejana y feliz. Todo lo que él siempre había soñado, se escapaba ante sus ojos irremediablemente.
Triste y abatido, acude al apartamento de Daroga. Una y otra vez le habla de su amor por Christine. Ordenándole que evite la mirada, retira con cuidado la máscara que oculta su rostro tullido.
Incluso sus propias lágrimas parecen querer escapar de tal monstruosidad, velozmente recorren el espacio entre sus ojos y la deformidad que cubre sus mejillas, parecen arrojarse voluntariamente desde ellas al frio suelo. El persa escucha su última voluntad con amargura antes de verlo alejarse cabizbajo, esta vez es para siempre.
Bajo los cimientos de la Ópera Garnier, Erik toca por última vez su órgano y canta desolado su propio réquiem, se interna en la cámara de los espejos con un lazo de Punjab en una mano, con la otra va retirando de su cara máscara tras máscara, al retirar la séptima, descubre su verdadera apariencia, su mayor secreto.
Antes de morir ahorcado, aquel que fuera el temido fantasma de la ópera, observa en el interior de aquel templo innumerable el infinito reflejo de las llamas, abrasando finalmente su joven y bello rostro.

viernes, 7 de mayo de 2010

La carta.


—En este pequeño frasco de Haldol, te envío las dos últimas lágrimas que lloré pensando en nosotros —escribió con letra pequeña y suave.
—Necesito que sepas que sigo convencida de que fuiste el trastornado mas trascendente que se cruzo por mi vida y por mi corazón; y que por dicha razón, te odio hasta con los huesos. —escribió haciendo presión en “huesos”.
—Por mas que lo intento, no logro recordarte, sin verte intoxicado por las palabras o por las drogas que le robabas a tu hermano cuando lo visitabas en el manicomio. —escribió con imprenta subrayando “drogas”.
—Un esfuerzo sobrehumano me hace intentar obviar aquella vez que “supuestamente” confundiste a mi hermana conmigo y la besaste de manera ferviente delante de toda mi familia… también… con el alma retorcida, intento olvidar que a ella pareció no molestarle en absoluto… hija de puta. —escribió con letra roja.
—Las convulsiones me atormentan por las noches, cada vez que recuerdo aquel invierno en que le prendiste fuego a nuestra casa porque tenias frío… porque tenias frío y habían cortado el gas. —escribió agujereando el papel.
—Hoy ¿estoy con un gran hombre sabes?… un hombre digno, noble, honesto, fiel y sano; un hombre que no escribe pero sabe amar, un hombre que no prioriza su vida por sobre la mía, un hombre que no necesita ser estrella de rock para justificarse una vida plagada de excesos, de martirios, de locura, de promiscuidad y de toda esa mierda que le daba brillo y color a tu existencia, a la tuya, no a la mía... —escribió en mayúsculas resaltando “a la tuya”.
—Hoy estoy… con el hombre que cualquier mujer anhelaría… y aun así… ¡te extraño tanto hijo de puta! ¡Porque me inyectaste tu veneno por todas las venas de mi cuerpo! y me hiciste igual ¡me hiciste igual a vos! —escribió indescifrable.
—Junto a este frasco con lagrimas y junto a esta carta escrita con sangre, habrás encontrado uno de esos medallones de menta que tanto te gustan, estoy segura de que te lo habrás comido mientras leías… espero que lo hayas disfrutado… casi tanto como lo hice yo, al rellenarlo con cianuro…
—a propósito, te amo…

martes, 4 de mayo de 2010

Para calmar los sofocos.


Tómate un Trankimazin, es lo mejor.Pero no cualquier Trankimacín, sinó,uno que te cause el olor al nerviosismo, el sabor a unos labios suaves, o la caricia que haga erizar tu piel mientras una mano recorre tu espalda.La noche dirá si necesitas una dosis o más, eso si...la sobredosis tampoco estaría mal.